¿Caminando hacia desarrollo sostenible?





Tras haber concluido la cumbre sobre el cambio climático de Paris el día 12 de Diciembre del año 2015, salió un documento, conocido como Convención Marco sobre el cambio climático, (siglas FCCC). Según los gobiernos la cumbre acabó con un rotundo éxito, el acuerdo es anunciado, como una victoria de la comunidad internacional frente al futuro incierto. ¡Por fin un mundo unido para poner término al cataclismo al que nos enfrentábamos! Era alguna de las expresiones de los politicos que se felicitaban por el acuerdo. "El primer pacto universal sobre las negociaciones climáticas", "un acuerdo histórico". Además, se ha anunciado el fin de la pobreza y de las injusticias sociales, dando la bienvenida al desarrollo sostenible.



            Al leer esos titulares en los periódicos, se me despertó esa ansiosa curiosidad de ver, por mí mismo, en qué consistía el vitoreado acuerdo, así que me descargué el texto. Este se compone primero de unas metas de inicio, llenas de generalidades, para dar paso a 140 resoluciones aprobadas, y los 29 artículos que comprenden la ley vinculante. Este es el documento que han llegado a consensuar todas las naciones, en una reunión en la que aparte de 195 jefes de estado, había representantes de asociaciones financieras, federaciones de comercio, técnicos, científicos y grandes lobbys de poder.



El archivo es fácil de comprender, pues apenas contiene detalles técnicos, en realidad aparte de tratar en su mayor parte generalidades, yo solo he observado un par de compromisos más o menos claros, el primero: Bajar las perspectivas de cambio climático de 2º C en el año 2020, a 1,5º C, para que como mucho se llegue a los dos grados en el 2030. Es decir, intentar no superar esos temidos dos grados.


Llama la atención el otro interesante reto: se anima a las naciones a ponerse la meta de la erradicación total de la pobreza, (punto 8 de las resoluciones aprobadas y artículo 4.1), para mitad del siglo, es decir año 2050. Y para ello se insiste en ayudar económicamente a los países en vías de desarrollo a desarrollarse del todo, a la vez se habla de crecimiento económico y desarrollo sostenible, ¿significará eso que los ciudadanos de todos esos países podrán disponer de todos los dispositivos tecnológicos y comodidades que se obtienen en los países ricos, o tan solo de tener alimento suficiente y limitado acceso a la industrialización? 


            Conocida es la injusta pero realista reflexión de un experto sociologo: Si tan solo la población de China y la India alcanzasen los niveles de consumo de los países europeos o de Norteamérica, se necesitarían cuatro planetas tierra para suministrar toda la materia prima para la fabricación de electrodomésticos u objetos de consumo.


Así que se me antoja, que más que pedir que los países en desarrollo crezcan hasta alcanzar a los grandes, sería más apropiado, pedir que los grandes controlen su obcecada ambición por crecer y crecer a base del consumo y lo hagan en otra dirección. Pero de eso no se hace mención en ninguna parte.  



Más sorprendente es el artículo 4, punto 1, donde se pide como meta a todos los estados que lleguen lo más rápidamente posible al punto máximo de emisiones, para luego empezar, a partir de ese momento, a reducirlas. Esperar que los países en desarrollo alcancen ese máximo para inmediatamente tomar las medidas para reducirlas, ¿pero cómo de rápidas? Solo se dice que en armonía con la mejor ciencia posible, para conseguir un equilibrio entre las emisiones antropógenas, (causadas por el hombre), y las de absorción de estas, (bosques mares, etc), esa es la meta para la segunda mitad de este siglo.




No he encontrado mensajes específicos sobre cómo lograrán esa "gran meta". Ni tan siquiera los expertos científicos creen que se pueda detener ya este cambio climático a estas alturas. Pero de lo que si estoy seguro es que en ningún lado del documento aparece la idea de prescindir o reducir el uso de fuentes de energía basados en combustibles fósiles, (carbón, petroleo, gas, etc). De hecho, esas palabras ni siquiera aparecen en el informe. Si es verdad que sutilmente se hace referencia en varios párrafos de la introducción o planteamiento de metas y en algunos artículos de la ley, donde se habla de limitar las fuentes de gases de efecto invernadero, y se repite hasta la saciedad lo del desarrollo sostenible. 

Pero la expresión: “energías renovables” solo aparece una vez, y no en los puntos aprobados, ni en los artículos de ley, sino solo en un breve párrafo de las metas iniciales, dónde se reconoce la necesidad de promover el uso en los países pobres y en especial en los de África, de potenciar la utilización de energías renovables. Nada se pide de eso para los países industrializados, para los países donde las grandes fábricas lanzan toneladas de Co2, o donde el número de vehículos contaminantes supera en tres o cuatro veces los niveles máximos permitidos.





            Vamos a centrarnos en la expresión desarrollo sostenible, en muchos párrafos es colocado al lado de crecimiento económico, eso en otras palabras es satisfacer las necesidades humanas, sin comprometer la sostenibilidad del planeta. De nuevo volvemos a la misma situación, ¿cómo satisfacer las crecientes e infinitas necesidades humanas sin generar daño a nuestro medio ambiente? Porque si todo el mundo quiere tener su vehículo propio, sea de gasolina, eléctrico con baterías, de hidrógeno, solar o de la energía que sea, se necesitará fabricarlo y se precisará obtener los productos y elementos básicos para que puedan funcionar. La propia fabricación de todo eso ya crea un daño sustancial a la naturaleza, pues es necesaria mucha materia prima, extraída de la tierra, utilizando productos químicos peligrosos y también muy contaminantes, aunque estos vehículos ya no lancen gases de efecto invernadero. Lo mismo podemos decir de cualquier otro producto fabricado o desarrollado masivamente, de alguna manera tiene un efecto secundario.   




            Por otro lado, si 18 años han pasado desde la reunión de Kioto, y los efectos son notables: la temperatura se ha elevado casi un grado desde entonces, las catástrofes “naturales” se han multiplicado en potencia y frecuencia, los picos máximos de temperatura se han batido en sucesivos años. Visto así, no parece demasiado ambicioso esperar que por esperar a erradicar las emisiones hasta dentro de 35 años, pensar que así evitaremos llegar a los dos grados en 15 años. Algunos científicos afirman que incluso deteniendo toda la industria y todos los vehículos de manera absoluta, el proceso no se detendría a igual ritmo, es más, se requerirían varias décadas para volver a la naturaleza al estado de los años 90 del siglo pasado, que tampoco era la mejor.



Por tanto, me temo que si bien la gente está consciente de su situación y los gobiernos también, a pesar de que los estados parecen darse cuenta del problema al que nos enfrentamos, y en estas reuniones de alto nivel se ponen todas las mejores intenciones, las soluciones no parecen muy contundentes. Podemos decir sin equivocarnos que se trata de la típica solución humana para los problemas: posponerlos.

Sin embargo, se muestran orgullosos y eufóricos ante el acuerdo alcanzado.


Es como cuando alguien ante un incendio en un bosque y para evitar que se propague, sopla con la boca e insta a sus amigos a soplar y si es necesario usar sus billetes para sofocar las llamas, sabiendo que por mucho dinero que se utilice, esa no es la solución. No hay el valor suficiente para controlar el excesivo consumismo y la extremada utilización de la industria para la fabricación de tantísimos artículos de consumo, además del consabido daño de la mala utilización de los combustibles, que a día de hoy parece imparable. Poniendo dinero en manos de países pobres para que soporten y manejen mejor las basuras que les mandan los países ricos, con eso pretenden establcer la panacea del desarrollo sostenible, la mejor manera de apagar ese gigantesco incendio que hemos provocado.



Pero claro, la verdadera manguera para apagar ese fuego tendría que provenir de una fuente que esté por encima de los intereses comerciales, egoístas y ambiciosos de los humanos.



Quizás alguien concluiría que estoy siendo un idealista, pesimista, dogmático, demagógico, pero no es lo que pretendo con esto.

   

Simplemente creo ser realista, porque el problema de fondo es más complejo de lo que nos figuramos y realmente no está a nuestro alcance salvo que cambiáramos radicalmente nuestra forma de pensar y actuar. No tienen los poderosos la carrera, ni los fuertes la batalla decía un sabio de la antigüedad y no le faltaba razón. Algunos idealistas piensan que los hombres hemos sido capaces de afrontar y superar situaciones extremas, como las dos guerras mundiales, la carrera armamentística de la guerra fría y salir fortalecidos y mejorados de aquellas situaciones. Nuestra sociedad según la ven muchos está llegando a un nivel de civilización muy superior a cualquier otra.



No le falta razón a quien piensa así, pero la verdad es que solo relativamente en algunos aspectos, en otros, estamos repitiendo los mismos errores de antes. Es más, todas las decisiones que se tomaron posteriormente a aquellas guerras, están teniendo repercusión ahora. Las consecuencias futuras las estamos viviendo en estos momentos y bien podemos afirmar que el estado de cosas actual, con respecto a la contaminación y deterioro del planeta son consecuencia directa de los cambios en los hábitos y costumbres de la sociedad que salió de las guerras del siglo XX. El excesivo consumismo, es culpable de la sobre explotación a la que estamos sometiendo a la Tierra, y el cambio climático es una de las consecuencias de ese abuso, pues fue a raíz de la idea norteamericana de relanzar la economía por medio de reforzar y facilitar el consumo de la población, idea que pronto de extendería a todo occidente y oriente, lo que ha creado unas sociedades en la que las necesidades básicas se han multiplicado por diez y los recursos energéticos que se necesitan para sostener a estas sociedades modernas se han multiplicado por mil.



¿Qué gobierno se atrevería ahora a legislar en contra del consumismo de la sociedad cuando la economía de mercado se basa en esto?      



Por otro lado, se puede afirmar que no tienen los gobiernos la solución, pues más bien son en parte los mayores obstáculos para esta. Un sencillo ejemplo, en cierto país europeo, las autoridades implantaron un impuesto abusivo a todo aquel que utilizara la fuente de energía solar para su autoconsumo, ¿por qué? Para favorecer los intereses de las grandes compañías eléctricas y desanimar a los usuarios de desconectarse de estas abastecedoras de energía, pues esto ponía en peligro al sector energético y por tanto muchos puestos de trabajo. Eso buscando la razón más benevolente. Eso significó la caída en picado de la industria solar en ese país y el desánimo para utilizarla como alternativa, pese a ser uno de los países con más horas de sol de su continente. 



Muchas decisiones que otros gobiernos toman, están condicionadas por las grandes empresas que tienen lobbys influyentes que impiden la libertad de los usuarios para inventar y utilizar sus propios medios de transporte con combustibles o fuentes de energía renovable. Las grandes del sector energético están haciéndose de patentes de toda clase de energía alternativa, a fin de mantener su monopolio en el futuro.



            Pero el hecho de que sean los grandes magnates del petróleo, la banca o la de las energéticas, parte importante del problema, y los gobiernos solo cuiden de estos, eso no significa que cada uno de nosotros no sea responsable en parte de este gran problema. En realidad todos colaboramos en ello, aunque digamos que nuestra contribución sea mínima, todos somos culpables de la contaminación del planeta. Porque es verdad, todos queremos asirnos a nuestras pequeñas comodidades tecnológicas, no podemos prescindir de nuestra televisión, nevera, lavadora, coche u otro vehículo motorizado, PC, teléfono móvil, (celular). A todos nos gusta tener nuestra despensa llena, poder tener cerca una gran superficie donde encontrar de todo en grandes cantidades y a buen precio, sin plantearnos que la abundancia nuestra significa la escasez de otros.



         En realidad, nadie se quiere privar de las comodidades de la vida moderna y quien si lo hace, seguro que no está leyendo este artículo. Así que sería hipocresía de nuestra parte culpar a los de arriba de todos los problemas y por tanto que solo ellos aporten las soluciones. Es como el tema de la honradez, criticamos y nos rasgamos las vestiduras por los engaños de los políticos que gobiernan, por sus actos de corrupción, que los llevan a beneficiarse ilícitamente de grandes sumas de dinero a costa de comisiones, trampas, evasiones fiscales, etc. Pero cualquier ciudadano normal que se precie, si puede, evade pagar impuestos, pidiendo comprar o pagar sin IVA por algunos productos o servicios. Si le es posible, este mismo ciudadano que critica a los políticos por robar al pueblo, es el mismo que no le molesta la conciencia descargar desde internet, películas, música o libros sin pagar, robando de alguna manera, pues no piensan en el esfuerzo de los artistas. Somos los ciudadanos de a pie, los que ensuciamos las calles de nuestras ciudades, aunque presumamos de tener nuestra casa reluciente, los que queremos que nuestras casas estén calentitas todo el día o fresquitas en verano.  

            Así que si se trata de contaminar, todos los ciudadanos de este lugar llamado mundo, somos responsables en un grado menor o mayor de la situación de nuestro planeta.



       También es injusto decir que los países subdesarrollados o en vías de, sean los peores en esas lindes, pues en realidad, en los países pobres es donde más se recicla y menos se tira. La rueda vieja inutilizable de un vehículo, es al día siguiente la suela de muchas zapatillas; aquel vehículo que en el occidente rico y decadente se rechaza como chatarra, en los países pobres se obra milagro y sigue funcionando por muchos años. Esa mentalidad de sacarle utilidad a todas las cosas, es por necesidad, una regla en muchos lugares del mundo, a donde se mandan toneladas de basuras tecnológicas para reciclar. Por tanto, no son los países pobres, por muy sucios y descuidados que los veamos, los mas despreocupados contaminadores. Ellos más bien son los primeros en sufrir en sus carnes la dureza de los ataques de la naturaleza que se rebela ante la actitud egoísta del hombre. 






¿Cuál es entonces la solución a este entuerto?



Solo una autoridad mundial, respetada y aceptada por todos los habitantes del planeta puede lograrlo. Una autoridad que regule normas prácticas y beneficiosas para todos los ciudadanos del mundo. Que establezca deberes y derechos igualitarios para todos, sin que estas vayan en detrimento de unos, ni favorezca a otros. Que regule los progresos tecnológicos en función de su impacto en la naturaleza. Que establezca un verdadero desarrollo sostenible, pero no basado en el factor de crecimiento económico o monetario, pues esto solo eleva la codicia y la ambición. Que logre educar a la humanidad en un camino hacia la equidad, la cooperación mutua, el deseo de dar y no solo recibir, y la sostenibilidad de nuestro planeta.

Sé que suena utópico, pero es la “utopía” en la que yo creo y confió que tarde o temprano llegará.

  

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