Quince minutos

Quince minutos



Este relato lo compuse en las horas posteriores a enterarme de que cierta persona cercana viajaba en el avión siniestrada en Los Alpes. Sobre todo tras preguntarme algo que nadie podrá contestar: ¿Qué  pasará por la mente de una persona que sabe que vive sus últimos minutos?

Dejo parte del relato que se puede conseguir de forma completa en el libro "Pensamientos Solitarios"
Comparto dos fragmentos  del relato:



Era la primera vez que en un vuelo me tocaba sentarme al lado de la ventana y eso nada más subir al avión, significó una grata noticia para mí. El billete fue una ganga que encontré por internet, una cancelación de última hora me dio la oportunidad de tomar este vuelo y menuda suerte, –pensé–, poder sentarme con vistas. Estuve todo el trayecto inicial contemplando tranquilamente el esplendor de las montañas, las carreteras que serpenteaban por aquella vasta región sin poblar, y dándome cuenta de lo pequeños que somos, pues a esta distancia, ni siquiera era posible ver los vehículos circular. Después, dejé de ver aquello y tan solo nubes nos rodeaban hasta donde alcanzaba mi vista, fueron momentos de paz y sosiego para mí.
Pensaba en mi mujer, en la cara de sorpresa cuando me vea aparecer sin esperarme en aquella ciudad alemana. Revisé las notas, las direcciones del hotel dónde me hospedaría, el mismo donde Belina está. Y encima pude hacer coincidir la vuelta en el mismo avión que ella, no importaría que viajásemos separados, aunque estoy seguro que Belina se encargaría de hablar para arreglar el asunto, para esas cosas, es única. Estaba pensando en cómo  la convencería para que se cambiara a la habitación de matrimonio que yo había reservado, cuando de repente la voz del comandante me dejó frio.
....

Ahora me siento inquieto, intranquilo, echan una película en las pantallas a la que no presto atención, nada de eso me atrae, ni siquiera me puedo concentrar en el libro que llevo entre las manos, un libro de relatos, cuyo título no me parece ahora muy apropiado: “La vida no vale nada”, dentro de este había algunos relatos interesantes que durante el tiempo de espera en el aeropuerto me cautivaron. Ya iba por las páginas finales, por el Elixir de la larga vida de Honoré de Balzac y esperaba acabarlo antes de llegar a mi destino. Sin embargo, ahora por más que intento tomarlo para distraerme y tranquilizar mi mente, no logro avanzar de la dichosa página 397, leo y leo, pero sin poder conseguir enlazar las palabras que forman un párrafo completo. Lo abro y lo vuelvo a cerrar, y mi intranquilidad va aumentando proporcionalmente a la sensación de caída libre que noto que se hace más notable.

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