El sicario
Esta mañana venía dispuesto a cumplir mi único
propósito, matar. Lo tenía todo perfectamente preparado para el momento,
ajustadas estaban ya todas las piezas de mi TAC-300. Había calibrado la mira
Mark-4 que compré recientemente, yo no escatimo en gastos, sobre todo con mis
herramientas de trabajo. Había ajustando todos los parámetros para un perfecto
funcionamiento, de tal manera que nada pudiera fallar. Además, después de
varios días de búsqueda del lugar y posición adecuados, había encontrado un
punto estratégico desde el cual realizar el trabajo por el que me contrataron,
un sitio discreto desde el que no llamaba la atención, y sin que nadie pudiera
molestarme, pues no parecía haber vecinos por los alrededores.
Como siempre, no es mi costumbre
preguntar a mis clientes las razones por las que solicitan mis servicios, tan
solo me explican de quién se trata, donde localizar al sujeto y cuales serán
mis honorarios. Todo lo demás, queda de mi parte. Y así fue como lo hice en esta
ocasión, todo quedó meridianamente claro y las fotos no dejaban ninguna duda
sobre la identificación del sujeto en cuestión. Así que este se las prometía
como un trabajo relativamente fácil, todo lo sencillo que se puede considerar
mi labor.
Soy
profesional en lo mío, por tanto, intento no sentirme vinculado a nadie y nunca
hago preguntas, no me importa nada, ni las razones detrás, ni las consecuencias
de mis actos. En cualquier caso, el cliente que me contrata es quien deberá
encargarse de tener resguardadas las espaldas y tener una buena coartada cuando
la justicia llame a su puerta y le pidan explicaciones.
Si, tal vez este no sea un
trabajo del cual enorgullecerme, es más, ni siquiera puedo presumir de tenerlo.
Soy un profesional, pero nunca puedo publicitarme, ni colocar un cartel en mi
casa, ni mi número debe aparecer en las páginas amarillas para que los clientes
me localicen. Sencillamente estoy en los sitios adecuados y la gente que busca
mis servicios, sabe dónde encontrarme.
Cuando realizo mi trabajo, tengo
la suficiente sangre fría como para, una vez realizado, levantarme e irme con
la misma tranquilidad e indiferencia con la que vine. No creo en nada ni en
nadie, ni tengo conciencia, ni siento remordimiento por lo que hago. Mientras
cumplo con mi cometido, nada me pone nervioso, nada me acobarda, nada me
distrae…
Eso fue así, hasta que apareciste tú. Hasta que ante mis ojos, tu hermosa estampa borró todo cuanto tenía delante. Esa preciosa figura me dejó deslumbrado y poseído, descolocado y desarmado. El resplandor de tu belleza esculpida en aquel cuerpo de perfecta hechura, me hizo estremecer, perder el control. La contemplación de tu persona se convirtió en todo cuanto quería hacer, olvidando cualquier otro sentido que tuviera mi estancia allí...
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2 comentarios:
Apasionante.
Loly1guiller2@gmail.com
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