El dinero, la crisis y el fin de la clase media









“El amor al dinero es raíz de toda cosa perjudicial y los que a toda costa lo buscan, caen en tentación, en un lazo y en insensatos deseos y perjuicios, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina”.  Esta cita de un líder cristiano del siglo I, aunque para muchos suene catastrofista o pesimista, muestra una realidad que a todas luces, sigue aplicando a nuestros días y no solo a nivel personal, sino en la manera como se maneja el mundo entero en estos últimos tiempos.  El dinero ha sido un mal invento, aunque algunos digan que gracias al dinero, la humanidad ha progresado a los niveles tecnológicos como a los que ahora estamos, yo lo pongo en duda. 

BREVE HISTORIA DEL DINERO 

                Según se sabe, el dinero en forma de monedas con un determinado valor, fue invento del reino de los Lidios, en la península de Anatolia, (actual Turquía). En aquella época, tras la caída en desgracia del imperio hitita, esa parte de Asia menor llegó a hermanarse con los pueblos griegos, aunque algunos historiadores ponen eso en duda, la cercanía y los restos arqueológicos lo confirman. En cualquier caso, se dice que en Lidia en tiempos de un rey llamado Ardis II en el siglo VII AC, se acuñaron las primeras monedas de electro, una aleación de oro y plata. Algunos historiadores también hablan que en China en el siglo IX AC, ya había ciertos documentos que se utilizaban como moneda de cambio, pero su invento no prosperó, hasta mucho tiempo después.  Eso no es óbice para afirmar que antes no se utilizara algo parecido a dinero, existía el trueque en muchos pueblos, pero incluso tiempo antes del siglo IX ya se utilizaba algo parecido a lo que hoy consideramos dinero para realizar transacción de bienes. En realidad, mucho antes, se hablaba de determinados pesos, como siclos, talentos, piezas de oro y plata, para efectuar pagos o intercambios. Hay documentación que demuestra que 3000 años antes de Cristo ya se entregaban bienes, terrenos, comida, ganado, etc, a cambio de piezas de oro, plata o cobre, al peso. Podemos afirmar que desde entonces las cosas empezaron a tener su valor en peso, en el peso que tenían esos materiales a los que se dotó de importancia. De esa manera el trueque real de mercancías por mercancías, cayó poco a poco en desuso. 

                Ya para el segundo milenio antes de la era común, el tener mucho oro, plata y otro tipo de piedras preciosas, llegó a significar riqueza y poder, y con ello surgió la ambición de acumular más de ese tipo de minerales de valor artificial. Algunos geólogos sostienen la teoría de que todo el oro que se encuentra en la tierra, debe su origen a cataclismos cósmicos, meteoritos que chocaron en un momento y dejaron sus restos esparcidos por muchos lugares del orbe terrestre.  Sea como fuere, alguien en un momento dado vio en ese material brillante, maleable y duradero, algo que bien podía representar el brillo del sol y por lo tanto de alto valor para los hombres, pues representaba a ese que muchos consideraban como un dios. La escasez y dificultad para encontrarlo le dotaron de esa importancia superior a la de otros metales que se fueron conociendo y que también tenían un brillo o color especial, como el cobre, la plata, aluminio y otras piedras preciosas. Pero claro, no dejaban de ser pedruscos que no se podían comer, ni mejoraban las siembras, pero de esa importancia sentimental o religiosa, se pasó poco a poco a darle un valor, superior al del alimento mismo.
               
 Así, con el tiempo, tener mucho oro era más importante que tener mucho ganado o campos para sembrar. La dominación de zonas mineras, y de lugares donde extraer esos metales y por tanto tener abundancia de ellos, fue entonces lo que motivó las guerras, invasiones y conquistas. 

                Después vinieron los sistemas de inversión, préstamo y custodia de bienes artificiales, labor que realizan los bancos en la actualidad. En la antigua Sumeria se han encontrado tablillas que indican operaciones de préstamos o cartas de crédito. En Babilonia, ya en el siglo XVIII AC, se sabe que había sacerdotes que custodiaban el dinero de los comerciantes y realizaban préstamos con los fondos depositados. Con el paso del tiempo, en la vieja Fenicia surgieron comerciantes que se convirtieron en prestamistas, acumulaban granos y otros bienes que prestaban a campesinos a cambio de recibir intereses con ello, en las ciudades se inicio el oficio de prestamista, personajes sumamente criticados por su avaricia, quienes poco a poco iban aumentando sus riquezas a costa de los prestatarios.   


En Roma, los prestamistas montaban sus “oficinas” en medio de jardines cerrados al aire libre llamados “macella” y lo hacían sentados sobre un largo asiento, llamado “bancu”, de allí derivó la palabra banco y el término aplicado al estamento de préstamo o ahorro. Algunos de estos primeros banqueros inventaron la idea de guardar los bienes de otros a cambio de devolvérselos con parte de los intereses que ellos mismos cobraban a los prestatarios. Fueron estos los inicios de la banca, si bien no fue hasta casi pasada la baja edad media, en Florencia y otras ciudades italianas, donde se establecieron las primeras instituciones privadas llamadas como tal, bancos, que se diferenciaron de sus predecesores porque ya no funcionaban solo para servicio a particulares, sino que eran utilizados por los estados para financiar guerras. 

                Fueron en tiempos de las primeras cruzadas alrededor del año 1100 cuando surgió la necesidad de transferir grandes sumas de dinero para financiar las campañas de los cruzados. Utilizaban a los clérigos viajantes como agentes para llevar cartas de crédito de un país a otro, esto supuso una de las primeras situaciones de crisis conocidas por deudas a los bancos. Un caso célebre fue el de Felipe IV el Hermoso, rey de Francia. Este heredó un reino en crisis financiera, debido en parte al pago de un enorme rescate de su abuelo, el rey Luis IX, cuando cayó en manos de los musulmanes en las últimas cruzadas, eso unido a las siguientes derrotas de Francia bajo el reinado de su padre Felipe III, dejaron las arcas del estado vacías, por ello Felipe IV, heredó deudas. Es posible que la banca ya no quisiera prestar más dinero a Felipe IV, dada la deuda contraída por sus antecesores y desconfiando que este pudiera pagar dicha obligación. Pero Felipe IV necesitaba dinero para sus campañas bélicas contra Inglaterra, y por ello utilizando todo su poder e influencia, expulsó a los judíos, expropiándoles sus bienes y riquezas, después instituyó un tribunal de cuentas con el fin de controlar los préstamos militares. Llegando a ambicionar las inmensas riquezas de la orden de los Templarios, de hecho fue este el instigador de la desaparición de esa famosa orden y por su causa estos pasaron a la mitificación, así pretendía acabar con la crisis arruinando a otros. 

                El inicio de la banca está enclavado en la ambición de hacer riquezas de valor artificial. De nuevo citando un proverbio hebreo del siglo X que decía así: “El que toma prestado siervo es del que hace el préstamo”. De nuevo nos encontramos ante una sencilla gran verdad. La avaricia era la cualidad principal de la banca y sigue siendo así, quien tiene el poder del dinero manda sobre los demás.  

CRISIS EN EL REINO DE LAS FINANZAS

                El poder político y el poder del dinero, pronto hicieron migas y han andado de la mano hasta el día de hoy.  Otra frase célebre de un sabio del siglo X AC, dice así: “El hombre domina al hombre para perjuicio suyo”. ¡Cuánta verdad guardan aún esas palabras! Se ha experimentado casi toda clase de gobierno en el planeta, y siempre acaban siendo más de lo mismo. Hoy día, quizá más que en ninguna otra época, el mundo está gobernado por los grandes de las finanzas, y estos solo hablan de crecimiento,  sin temer, que con la búsqueda de ese crecimiento comercial y económico, lleguen a perjudicar severamente a otros, a la vida misma y al planeta que la contiene. Pero a día de de hoy, tenemos que reconocer que este es el sistema que domina las decisiones de prácticamente todos los estados que se creen libres. 

 
                Llaman la atención por ejemplo, ciertas decisiones que se están tomando a nivel  mundial bajo los consejos del FMI y otras agencias locales de finanzas, que dicen mucho sobre quien lleva el poder político, sin mencionar la influencia tras todo eso. Si los reyes con el tiempo fueron desapareciendo o pasando a un segundo plano como dirigentes, y muchos nobles tienen que vender su patrimonio o invertirlo para sobrevivir o mantener su nivel, lo mismo está sucediendo con los políticos y presidentes en los países democráticos, apenas tienen margen de maniobra para tomar decisiones, sobre todo en los países occidentales, son meros funcionarios a las órdenes de los agentes mundiales de la banca. La gente cree elegir un sistema de gobierno democrático, con diferentes signos, pero en realidad estamos bajo la dictadura de los poderes económicos y financieros.  

                Por otro lado, hoy día, suceden cosas que vienen a demostrar que solo cuando a los grandes les duele el bolsillo, o ese bolsillo les pica, es cuando intentan buscar soluciones a los problemas del mundo.  Por ejemplo, recientemente se han reunido los líderes del llamado G8, (que en esta ocasión fue solo G7, por la expulsión de Rusia), este es un grupo formado por las naciones más potentes en sentido económico y militar, aunque curiosamente no están incluidos los estados con mejor economía o bienestar en términos reales, (no se cuenta aquí ni los Emiratos árabes, ni Suiza, Luxemburgo, Mónaco, los países nórdicos, ni siquiera la cada vez más poderosa China). Tampoco son estos los países de mayor renta per cápita, ni son todos los más industrializados, ni de mayor igualdad o satisfacción de su población. Pero tal vez por ser los países, cuyas economías y políticas son más influyentes, ya que representan casi la tercera parte de la economía mundial o PIB. En cualquier caso, la elección de estos siete países fue un capricho del sistema o más bien decisión política en tiempos de la guerra fría. En cualquier caso, son los que son(EEUU, Reino Unido, Alemania, Japón, Francia, Italia y Canadá). Pues bien los líderes de esas siete potencias más ricas del mundo se han reunido para hablar de cuatro asuntos “vitales” para la humanidad: La seguridad del mundo, la guerra de Ucrania, el medio ambiente y la crisis de Grecia. Aparte de buenas intenciones, pocas soluciones se han dado, por lo menos a nivel público. Pero los temas tratados hacen surgir varias preguntas, sobre todo relacionados con uno de los temas clave de la cumbre: La crisis de Grecia. 

                ¿Por qué Grecia? ¿Es que acaso está en guerra o hay una hambruna en el país, semejante a las que sufren muchos países africanos? ¿Por qué un pequeño país de 11 millones de personas interesa tanto a los grandes, habiendo millones de personas padeciendo crisis más agudas, como en Siria, Iraq, Sudan, Eritrea y decenas de países más poblados?

                Si ahondamos un poco en el asunto, entenderemos mejor las cosas: Grecia debe 240.000 millones de euros a diferentes acreedores, una deuda que se considera insostenible y que las autoridades europeas señalan que se debe pagar si o si, aunque eso signifique sacrificar y empobrecer a la gente común y sencilla que habita el país y que posiblemente no tenga culpa de esa deuda. Pero es curioso que todos los países que forman el G-7, tienen deudas muy superiores a las de Grecia. Ejemplo: EEUU debe 17 billones de dólares; 8 billones debe Japón;  2 billones Francia, Italia, Alemania o Reino Unido. 

                Algunos afirman que si bien ese dato es cierto, de lo que se trata es que la deuda de Grecia supera su PIB en 179%. Es decir, el producto interior bruto, o conjunto de los bienes y servicios producidos en ese país durante un espacio de tiempo, generalmente un año, no cubre los gastos que tiene solo en pagar lo que debe. Lo cual significa que aún pagando con toda la producción del país, no podría saldar su deuda. Pero es interesante notar que también algunos de los supuestos países más poderosos, los del G7, tienen deudas que superan su PIB o se acercan a este. Por ejemplo, la deuda de Japón supera 245% su PIB, mucho peor que Grecia; Italia 130%, EEUU 108%. Y entre los 10 países de mayor deuda externa, se encuentran seis de esos 7 países más ricos. Es como mínimo injusto que la pequeña economía griega, esa antigua potencia, hermanada con la que acuñó la primera moneda, se convierta en centro de atención, cuando hay naciones en peor situación que la suya. 

                Pero resulta que Grecia debe sobre todo al BCE, (Banco central europeo) y al FMI, (Fondo monetario internacional), y que en realidad estos macro bancos tan solo manejan los fondos suministrados por otros bancos más poderosos que están detrás de estas instituciones. Y he aquí la razón de por qué la deuda de un país como Grecia preocupa más que la de ellos mismos. Resulta que los 10 bancos más importantes del mundo, que alimentan a estas instituciones a los que debe Grecia, ¿de dónde son? Todos tienen sus sedes en esos siete poderosos países. Si Grecia no paga, ellos no cobran y eso les duele mucho. Mucho más que los padecimientos de millones de refugiados que no saben cómo escapar, ni que va a ser de su vida. Pero como esos refugiados no les deben nada de dinero a sus bancos, simplemente, no existen. 

          El caso es que el sistema capitalista que ganó la batalla en la guerra fría contra el comunismo, hoy se encuentra en una lenta agonía y muy cerca del colapso. Muchos expertos apuntan que su fin está cerca y la crisis en la que casi todo el mundo desarrollado está sumido, es una crisis sistemática, que acabará con todo el sistema de funcionamiento de la sociedad mundial. La visión de futuro es cuanto menos incierta, por mucho que gobiernos, instituciones finacieras y otras instancias intentan animar, diciendo que estamos cerca del fin de ese ciclo de crisis, se dice que estamos realmente en un periodo de estancamiento, mas cercano al precipicio que al suelo firme. La crisis desde luego no la sufren igual nos que otros. 




EL FIN DE LA CLASE MEDIA

                Si alguien espera que, quien dirige el sistema mundial, busca la justicia real, la igualdad, el que todos los humanos alcancen la prosperidad, el bienestar y la comodidad que solo se tenía en el primer mundo, está muy equivocado. En realidad a los poderosos del mundo, les interesa que exista la pobreza, y desde su egoísta visión tienen razones para pensar que de otra manera  sería insostenible su situación. 
 
                En realidad el fin verdadero, pero escondido de muchas de estas instituciones financieras, y en sus últimas decisiones lo demuestran, es algo que si bien no está escrito en un documento público, es una realidad que ya se está llevando a cabo: El fin de la clase media. Así es, durante siglos, la economía se ha basado en la explotación de unos muchos por otros pocos, para que estos últimos progresen y disfruten. Tal como está planteado todo, a la inversa sería imposible. Desarrollando este asunto, vamos a profundizar un poco en la razón de ser de la clase media, su origen y el efecto en la economía y en la situación financiera actual del mundo. 

                El origen de la clase media es reciente en la historia de la sociedad humana, se habla de ella tibiamente solo desde el siglo XVIII, cuando gracias a la revolución industrial, muchas personas prosperaron por su propia producción y no solo por herencia. Pero en realidad, esa clase media, era ficticia, hoy día a ese grupo de personas se le podría catalogar más bien de industriales o grandes empresarios, por tanto, más bien parte de la clase alta de ahora. Definimos como clase media al grupo de familias que viven en medio de las dos clases típicas, la pobre en sus diversas escalas y la clase rica en sus distintos estamentos. Y estos surgen sobre todo en la segunda parte del siglo XX. 

                Después de la segunda guerra mundial, sobre todo a partir de la década de los cincuenta, se pensó que para que los nuevos ricos, los grandes productores, los fabricantes e industriales pudieran hacer crecer sus empresas, era necesario abrir nuevos mercados.  Ya no podían depender de los pocos ricos que había, puesto que las necesidades de estos se limitaban a su tamaño reducido. Se necesitaba impulsar la economía haciendo que más personas pudieran alcanzar los bienes que hasta ese tiempo estaban destinados a una clase privilegiada y reducida. Así, para que más trabajadores pudieran progresar y avanzar para formar parte de ese nuevo nivel, se inventaron los créditos, las tarjetas, la hipotecas, solo así un trabajador medio podía convertirse artificialmente, y por encima de sus posibilidades, de un pobre trabajador a una persona de la llamada clase media. El medio que ha conseguido que muchos de nosotros podamos beneficiarnos del avance de la tecnología, de los nuevos inventos, de una vida llena de necesidades de consumo, ha sido este, endeudarnos. 

                Muchos afirman que el aumento de la clase media en un país, es indicativo de su desarrollo y su crecimiento, aparentemente no les falta razón. Lo que sucede es que eso es una utopía, una ficción, pues esta nueva sociedad está basada en lo que se tiene y no en la estabilidad, o el equilibrio natural. Mientras la gente tiene trabajo, gana dinero, compra, consume bienes, mueve dinero, se crea riqueza, pero resulta que esto no es un círculo sin fin. Los recursos se agotan, si las grandes empresas quieren seguir creciendo sin parar, necesitan más consumidores, pero para obtener más consumidores, es necesario plantear a la población más necesidades. De tal manera que a principios de siglo XX, una persona de término medio de cualquier país desarrollado consideraba un promedio de 70 productos cómo necesarios, la mayor parte alimenticios, pero para finales de siglo esta cantidad se había multiplicado hasta los 300 o más productos que se consideran de primera necesidad, y de esos, solo poco más de una cuarta parte, alimentos. 

                Resulta que de nuevo el amor al dinero, la ansiedad de querer tener más cosas y objetos, que al fin y al cabo, se han llegado a considerar como las productos básicas para una vida normal, se impuso como objetivo. Si no las tienes no vales nada. El peligro de continuar así, es que la producción de artículos que esa creciente clase media solicita o ansía, es tanta, que si en todos los países en vías de desarrollo surgiera una mayor cantidad de personas consumiendo como lo hacen en cualquier país desarrollado, con esas ansias de tener, harían falta cuatro planetas tierra para producirlas. Ya no hablamos solo de alimentos, sino de otros productos, que se basan en materia prima limitada y en algunos casos, escasa. Así, el crecimiento de la clase media, desde el punto de vista comercial puede ser positiva para el consumo, pero desastrosa para el sostenimiento y el equilibrio. Puesto que mucha de esa clase media fue progresando y pasando a formar parte de la clase dominante, llegaron a ser fabricantes y productores, la competencia aumentó en proporción mayor que el consumo. 

                La economía que se empezó a basar solo en el consumo y el crecimiento en la venta de productos, siendo que los recursos tienen un límite, hizo surgir otra nueva situación. Pese a la escasez y dificultad de materias primas para la producción de productos tecnológicos, los precios se fueron desplomando, debido a la aumentante competencia, y la irrupción de productos de fabricación china invadió las ciudades europeas y norteamericanas. Pero todo a costa de la explotación sin escrúpulos de las tierras y la gente de países ricos en materias primas básicas, pero pobres en sentido económico, la mayor parte en África. Solo así se fueron rebajando los costes del material, pero no era suficiente, los derechos de los trabajadores en los países occidentales se convirtió en un obstáculo para los fabricantes e intermediarios, al darse cuenta que no podían rebajar más sus costes por causa de la mano de obra.  Y las fábricas en esos países dejaron de ser competitivas, ya no se podía bajar más la calidad ni los costes de la materia prima. Algunas encontraron la salida instalándose en países donde podían encontrar libremente mano de obra barata. De nuevo, la clase media con sus exigencias laborales altas fueron señaladas como los responsables de que las empresas europeas no fueran competitivas. 

                ¿Pero es culpable la clase media de todos los males y la situación de crisis mundial de estos últimos años? De ninguna manera, los culpables en realidad han sido los bancos y las grandes empresas financieras, que para seguir creciendo, han tenido que buscar medios fraudulentos o especulativos para artificialmente hacer que haya más dinero del que realmente hay, se comercializaron productos y paquetes de inversión engañosos que incluían deudas o hipotecas que a las claras se sabían impagables. Y la burbuja acabó estallando. Los primeros y únicos que recibieron ayuda de los estados fueron precisamente los bancos, pues de no ser así, se pudiera repetir una bancarrota generalizada. Los bancos centrales de Europa y EEUU inyectaron liquidez a la banca privada para sanear sus balances y liberarse de esas llamadas hipotecas basura. Pero para poder remontar y restablecer la economía en los parámetros de crecimiento, que les vuelva a suministrar las riquezas que estos desean con ansia, ya no vale inyectar más de forma indefinida, el sistema por tanto sugiere que se debe eliminar los gastos que la clase media genera en los estados. 

                Cómo en todas las épocas, los ricos han necesitado de los pobres para progresar. En Egipto, los faraones necesitaron cientos de miles de obreros mal pagados, resignados a su sino en la vida para poder construir esas impresionantes obras maestras en arquitectura. Los terratenientes algodoneros, necesitaron esclavos africanos en América para poder poner en Europa a precios asequibles grandes cantidades de materia prima que después servían para realizar prendas utilizando mano de obra barata en las fábricas textiles del siglo XIX. ¿Y hoy? Hoy día, las grandes empresas buscan países como China, u otros del extremo oriente, con mano de obra barata, por no decir esclava, para fabricar a mansalva a precios competitivos y así seguir manteniendo a una clase media con hambre de productos. A su vez China está comprando extensiones inmensas de terrenos en África para obtener las materias primas a fin de seguir produciendo a ese nivel a costa de esclavizar de nuevo a los africanos. Se inventó el sistema de obsolescencia programada, para que los productos tuvieran una vida útil cada vez más limitada, y así el usuario se veía obligado a volver a comprar de nuevo el mismo producto, por necesidad impuesta en la publicidad. 

              La tecnología no para de innovar y crear necesidades. Pero los fabricantes se han dado cuenta que no interesa seguir fabricando artículos que solo al principio son rentables, pasado un tiempo, el beneficio es negativo, por eso crean novedades con diferencias cada vez menos perceptibles y la calidad de los productos es bajísima. El último cartucho del sistema comercial, la obsolescencia programada, ha traído la era de usar y tirar, y parece estar acabando con oficios como los técnicos en reparación y al mismo trae como resultado un desmesurado aumento de la basura tecnológica. 

                Llega un momento en que las grandes riquezas para seguir en crecimiento pretenden aplicar las recetas de la competitividad que China ha impuesto, a costa de explotar sus recursos y a sus súbditos. Pero a las grandes empresas les parece el más acertado de los métodos y buscan que los gobiernos occidentales lo apliquen, los bancos se unen a ese consejo. La consabida receta de reducir los beneficios en salud, educación, sueldos y pensiones, así como aumentar los impuestos indirectos, reducir los empleos públicos, ha afectado en mayor medida a las clases trabajadoras. De esa manera, en pocos años, la clase media se ha ido empobreciendo y por tanto ha visto reducido su peso a niveles preocupantes. Y gracias a eso, algunos países afirman que van encontrando la salida del túnel, y empiezan a vislumbrar un crecimiento leve en sus economías y pronostican que solo siguiendo ese camino podrán salir del déficit público y por tanto, de la crisis. Y ahora se ha convertido en la razón de ser, pero a pesar de las buenas noticias de estos gobiernos, la población no recibe esos beneficios. Es más, un sector de esta población que ha sido castigada es la más cercana a la edad de jubilación, que ve mermadas sus esperanzas de encontrar empleo. Los mayores de cincuenta años en paro, no tienen posibilidades y parece que los gobiernos están interesados en que esto siga así. Si, los últimos años de su vida laboral, millones de personas no cotizarán a la seguridad social y por tanto solo tendrán derecho a una jubilación básica y mínima, pese a que muchos de ellos aportaron por décadas de sus sueldos a esa seguridad social. Por otro lado, otro grupo, el de los jóvenes, ven cada vez más difícil acceder a un trabajo estable y cada vez lo hacen más tarde, eso significará que otros millones de personas no llegarán a cubrir los mínimos años de cotización para cuando les llegue su retiro, otro gran ahorro para las arcas de los diferentes estamentos de seguridad social.  


               
Pero los gobiernos no ven en eso un problema, sino que se aplaude a los países que aplican esas reglas de austeridad, que destruyen a las clases medias. Por eso está claro que, esta es la propuesta a seguir, aunque ningún gobernante lo va a reconocer, pues significaría revueltas, rebeliones y violencia en sus súbditos y eso se debe evitar, ellos insistirán en que es el único camino a seguir, que las medidas son duras, pero traerán de nuevo la bonanza económica y por consiguiente el empleo de los más de 200 millones de personas sin trabajo en el mundo. Sobre esas promesas y ante la angustia de la sociedad, la población agradecerá poder trabajar, aunque sea en empleos mal pagados. Y con la liberalización y abaratamiento de los despidos, las empresas podrán disponer de mano de obra barata, y los obreros sencillamente tendrán que adaptarse a un nivel de nueva pobreza.  Y si bien, nadie reconoce ese hecho, ni aceptarán en público que se trata de una disposición o imposición de los que manejan las grandes finanzas, pero está presente en todas las decisiones tomadas por los gobiernos y todas las sugerencias de estos organismos de control mundial, van encaminadas a lo mismo: la eliminación de la clase media.  Pero ¿por qué hacer desaparecer lo que se ha considerado como la impulsora del crecimiento?

Varias razones son las que se apuntan:

-La clase media consume demasiado y este consumo no es sostenible a largo plazo. 


-El endeudamiento, las hipotecas basura, son causantes de la crisis y la clase media quienes más utilizaron estos medios para vivir por encima de sus posibilidades.  


-La clase media contamina más que nadie. Pues consume y desecha productos.

-Los ricos consumen lo que necesitan y los pobres reciclan o reutilizan lo que estos ya no necesitan, los mercados de segunda mando deben proliferar. 


-Para detener la economía emergente de algunos países enemigos, es necesario que deje de haber consumo de bajo nivel y solo se mantenga lo que los ricos consumen, grandes marcas, aunque con calidades y duración limitada. 


-Los ricos necesitan una clase pobre que no salga de su estatus, para poder mantener el bienestar.  Solo si pueden mantener sueldos bajos, mejores márgenes y beneficios mayores, se puede mantener la competitividad con los países emergentes. 


-La clase media se lleva la mayor parte de los gastos en seguridad social, funcionarios y pensiones, siendo estas últimas un sistema piramidal que está a punto de derrumbarse, según los expertos es insostenible, los pobres apenas lo utilizan y los ricos pagan por ello y por tanto se compensa el gasto, pero no así la clase media, que se lleva el 70% de las jubilaciones y atenciones médicas, aunque en realidad son estos mismo quienes más pagan con sus impuestos indirectos.  
                

       Algunos expertos economistas también han soltado perlas aun más descabelladas, como llegar a declarar que el mundo necesita un cataclismo, como las anteriores guerras mundiales para salir de esta crisis sistemática e inventar un nuevo sistema, eso o acabar con la clase media. En definitiva, como no es viable una guerra total que elimine a un tercio de la población que sobra, según los fríos criterios del dinero, no queda otra alternativa que empobrecer y esclavizar a ese tercio de la población. Por otro lado, fuentes confiables, como el economista Santiago Niño-Becerra asegura que esta situación se prolongará hasta el 2023 y a partir de allí un nuevo sistema de cosas será establecido y no por sugerencias suyas, este hombre simplemente pronostica basado en los hechos actuales, lo que puede ocurrir. 

                El caso es que aunque los estados lo nieguen, todos los caminos conducen a eso, se han creado soluciones para ayudar e inyectar fondos para los bancos, y sistemas para ayudar a las grandes economías, industrias, etc. Pero para las clases medias, solo se toman medidas para empobrecerlas y acabar con ellas. Y a cambio se facilita que asociaciones de beneficencia y ONGs ayuden y den de comer a los pobres.  Con el tiempo, una vez se empobrezca de forma absoluta ese grupo de población, entonces las empresas empezarán a contratar, por supuesto mano de obra barata, y se acabará con el paro, al tiempo que se acaba la clase media. Serán millones de esclavos trabajando para una clase alta que se beneficiará de los adelantos científicos, de una tierra más ecológica, (aparentemente), y de políticas dirigidas por las grandes corporaciones comerciales. Ese es el futuro que auguran y buscan los que manejan el mundo ahora. Algo así como lo muestran numerosas películas de ficción que de alguna manera denuncian esta situación a la que parece estar abocado el mundo.  

                En cualquier caso, fracasarán, como lo han hecho todos los anteriores sistemas económico-políticos del sistema. Porque sencillamente se basan y son dirigidos por el mismo ente que nos ha llevado hasta aquí. 




1 comentario:

Lucifer era de clase media dijo...

Vaya, qué miedo. Habiendo asistido en primera fila a la caída de la clase media (no sé si a la vista de lo expuesto debería usar comillas) no puedo resistirme a la sensación de que la conspiranoia ha dejado de ser "noia" para convertirse en historia contemporánea. Luego me encuentro tutoriales neocon para convertirse en millonario y no sé si llorar o reirme ¿Es grave, doctor?