Sin ruta para los del 66







Diario de un desempleado
Día primero

            1 de Marzo 2005: Este es mi primer día sin trabajar en lo que parece que será una nueva etapa en mi vida, después de 39 años como operario experto en la empresa TRC-Europ, suministradora de materiales para los famosos tubos de rayos catódicos, lo que han llevado los millones de televisores de todo el mundo, hasta hace no mucho tiempo. 

Desde luego hay que ver cómo cambia el mundo, yo trabajaba en una tecnología que pensábamos que era imprescindible y básica en el mundo moderno, décadas atrás éramos el principal suministrador de tubos para televisión y pantallas de ordenador para algunos de los más importantes fabricantes Grundig, Telefunken, Emerson, etc. Pero según ha ido pasando el tiempo la industria china por un lado, y la venida de los televisores LCD, TFT, Plasma, y los llamados Oled, en definitiva lo que muchos llaman la televisión plana, ha hecho que perdamos terreno de forma alarmante, hasta que la empresa se ha visto obligada a cerrar, al igual que lo hicieron en su día, otras tantas relacionadas con el sector, que no supieron o pudieron adaptarse a los tiempos. Somos el resultado de la nueva reconversión industrial, causada por el avance de la tecnología. 

            En fin, supongo que nos ocurrió como las fabricas de lámparas de aceite o suministradoras de ese aceite de quemar en farolas, que con la llegada de la luz eléctrica se fueron al traste. Lo que también les sucedió a otros que tenían suculentos negocios que después han resultado inútiles con la venida de nuevas tecnologías, bien, pues mi empresa se ha apuntado en esa lista. 

            Era jefe de planta y tenía grandes aspiraciones para el futuro inmediato, pues todos los que habían pasado por mi puesto, habían logrado ascender a la dirección y algunos llevaban la jefatura de plantas abiertas en otros lugares. Mi especialidad era la revisión del fosforo de los tubos, pocos podían hacer bien esta labor, así que me consideraba alguien casi imprescindible. Veinticinco años de experiencia laboral que ahora no me sirve absolutamente para nada. Tenía un buen sueldo, aunque a decir verdad llevaba algunos meses sin verlo, todavía guardaba la esperanza de recibir por lo menos esas retribuciones. Ahora he de replantearme mi futuro, pero tampoco me apetece precipitarme en eso. 

            Este primer día es de descanso, no me planteo todavía nada para el futuro reciente, quizás busque algún empleo en alguna otra fábrica, u otra labor diferente, no me preocupo de momento, como se suele decir: mañana será otro día.

            Por otro lado tengo el presentimiento de que esta situación no va a durar mucho, así que me lo voy a tomar como unas vacaciones.  Por un lado hasta son mejores que las vacaciones que tenía en verano, en las que las obligaciones familiares, me forzaban a tener que trasladarme con toda mi familia al pueblo de los padres de mi mujer. Un pueblo aburrido, en un lugar sin nada interesante por visitar, mucha tranquilidad, mucho silencio y nada más. Si, los niños disfrutaban, pues tenían piscina en casa de sus primos, jugaban con estos, no había tanta preocupación de que salieran a la calle, en aquella aldea en la montaña apenas había vehículos motorizados. 

            Mi mujer se desahogaba con su madre, sus hermanas y primos, hablando y hablando todo el día. Mientras yo me empotronaba en el sillón viendo los pocos canales de televisión que allí se veían. Un verdadero aburrimiento, pero claro, al principio el sueldo en la fabrica no daba para irnos de crucero, como me gustaría. Después si llegué a ganar bien, pero no teníamos ideas ni ganas y los años pasaban, siempre postergando las decisiones, por un motivo u otro. Yo que siempre le decía a mi mujer, cuando ya nos libremos de hijos y otras cargas, nos iremos de crucero al Caribe.  Algún día –pensaba-, me daré unas vacaciones libres de verdad.
            Bueno, quien lo iba a decir, ahora mis hijos ya han crecido, la mayor se ha casado, y podríamos aprovechar el tiempo libre para ese viaje, pero no se puede, la tiranía del dinero nos lo impide.

           
-Segundo día:

            Hoy me he levantado a la hora habitual, tantos años de rutina marcan nuestro reloj interno y por más que he querido quedarme en cama, no he podido. Quiero tomármelo con calma, le he dado una sorpresa a mi mujer, llevándole el desayuno a la cama. ¡Cuántos años que no podía hacer esto! En la fábrica teníamos turnos incluso los domingos, y los días de descanso mi mujer me reprochaba que no ayudara en casa, que otros maridos llevaran el desayuno a sus mujeres a la cama. Bien pues hoy por fin he cumplido con uno de sus sueños y ella encantada.

            En cualquier caso hoy me lo voy a tomar con calma. ¡Cuántas cosas por hacer en estas vacaciones en casa! –pensaba-
            Hoy voy a leer un libro, porque he escuchado por allí que un hombre no es completo hasta que no planta un árbol, no tiene un hijo y no lee un libro, ¿O será escribir un libro? Bueno que más da, ni una cosa ni la otra he hecho, así que allá voy. 

            Pero cuando me di de alta en la biblioteca y empecé a decidir qué libro leer, veo que se me pasó el tiempo y debía volver, hacer algunos recados encargados por mi mujer, recoger al más pequeño del colegio. A decir verdad no me llamaba nada eso de leer un libro manoseado por otros y leído quién sabe dónde, tampoco me interesaba que se me impusiera una fecha para devolverlos, así que no cogí ninguno. 

            Decidí que a la vuelta me pasaría por una librería con muchos volúmenes nuevos y de paso me pasaría a visitar a un amigo. Se trata de Jorge, un ex compañero de la fabrica que saltó de ese barco a tiempo, antes que se hundiera, cuando ofrecían unas buenas indemnizaciones y ahora lleva una prospera tienda de comestibles, ahora le va bien, no se puede quejar.

            Yo no quise hacer como él, era de los que pensaba que las cosas se podían arreglar. ¡Qué iluso! Ahora veo que ese inmovilismo me impidió ver lo que se avecinaba. Siempre pensé que la empresa podía salir adelante, que alguna multinacional nos compraría y reflotaría para cualesquier otro menester. Pensaba que mi experiencia y mi especialidad, sería necesaria para estos nuevos dueños, no era un simple peón, me consideraba un alfil, y resulté se una torre, con los movimientos limitados. 

            Me dejé embaucar cuando decían con la boca grande que tenían planes de futuro para los que se quedaran, que aún había mercado, que l los tubos volverían cuando las marcas se dieran cuenta que las pantallas LCD tenían menos duración, menor calidad y no era rentable su producción. Se les llenaba la boca de promesas como que iban a empezar la producción de un sistema de tubo de gran tamaño y casi plano y de gran calidad que iba a desbancar a todo lo demás. Yo llegué a creérmelo y ahora recuerdo cuantas veces repetí a mi familia que los televisores con pantalla plana era una moda pasajera, que se veían mucho peor, y su producción era altamente contaminante. 

            No supe leer entre líneas los verdaderos propósitos de la empresa, pues mientras nos mantuvieran así engañados hasta el final, era un ahorro para ellos. Por otro lado con la boca pequeña ofrecían finiquitos, prejubilaciones y reubicaciones, al tiempo que ellos se iban blindando con indemnizaciones millonarias.  

            Simplemente desconocía que la dirección de la empresa no tenía ningún interés en continuar, de hecho algunos de los socios ahora están en paradero desconocido, con el dinero de los últimos sueldos de los 350 ilusos que quedábamos. 

            Ahora me considero como uno de aquellos músicos del Titanic que aún seguían tocando, cuando el barco estaba inclinándose peligrosamente. Pensaba que ser fiel a mi marca me iba a recompensar, ¡Una peralta, así de alta! Ahora no hay marca, ni nada de nada.

            Los directivos que si dieron la cara hasta el final, ahora simplemente se encogen de hombros indicando que están arruinados y sin poder siquiera vender la empresa. Ni tan siquiera la maquinaria, que tendría que ser desmontada y destruida. Lo malo es que la compañía no tiene ni para pagar los gastos de desmontaje.  Se convertirá en un museo a la inutilidad y futilidad humana. 

            Desde el ultimo día que hubo producción, hace ya tres meses, hemos estado yendo solo a pasar el tiempo, limpiar la maquinaria, a ordenar los almacenes, clasificando piezas y material de montaje y últimamente a manifestarnos. A partir de ahora, ni eso.

            Y todo para nada. Nos habíamos negado a pensar que esto llegaría, pero es así, los jefes llevan tres meses sin aparecer por ahí. La empresa ha ido apagándose poco a poco, en silencio. Hay que tiempos aquellos, cuando éramos casi 1500 empleados, solo en mi planta y ahora solo poco más de trescientos valientes o cobardes, ahora no sabría decirlo, que además en estos últimos meses no hemos ido hundiendo con ella.


             Todo el mundo nos ha visto morir, sin tan siquiera hacer un gesto de lastima o de querer ayudar.  Claro, nuestra empresa ya hace años dejó de ser puntera, al principio, cuando muchas  fabricas de este tipo fueron cerrando, nos beneficiábamos de recibir pedidos de sus clientes. Nuevas marcas se acercaban a nosotros y eso nubló la visión de todos. El paso del tiempo nos ha hecho ver la dura realidad del sector, los pedidos de material en estos últimos años han ido a la baja y una tras otra se fueron cerrando naves y plantas de montaje. Pero siempre abrigábamos la esperanza de que pudiéramos seguir fabricando, pero todo eso era mera ficción y agarrarse a vanas esperanzas.  
            El encuentro con aquel amigo realmente no ha servido para animarme ni ayudarme, pues este no ha hecho más que restregarme una y otra vez lo bien que él le va y lo mal que quedamos los demás.  

            Así que aquí me encuentro, soy de esa generación especializada que entró en la compañía como aprendiz en el 66 y que ahora a mis 53 años parece ya no servir para nada. Aquí me encuentro sin trabajo y sin poder buscar otro empleo para no romper el contrato que nos da derecho a una indemnización, pues al no terminar de cobrar, seguimos perteneciendo a la plantilla de TRC-Europ, pero solo de manera simbólica. Lo peor de todo es que sin opciones de futuro, hemos aterrizado en plena recesión mundial.  

            Hasta ahora temía pensar en todo ello, pero de que me sirve negar la realidad, es así de clara, o más bien así de oscuro empiezo a ver mi porvenir. Por otro lado tengo muchas metas, para empezar como jamás había tenido oportunidad de leer un libro entero, siempre había empezado, pero por falta de tiempo nunca los terminaba. Así que después del encuentro con Jorge me pasé por aquella librería cercana y me traje 4 libros que para empezar amenizarán seguro estos pocos días de vacaciones que quiero disfrutar. Es curioso, pero estando allí escuché una conversación de lo más llamativa, era un hombre de unos treinta años, pero con cara de estudiante y un trasto en la mano que según decía, era el futuro del libro. El joven afirmaba que ese invento era un prototipo de lo que sería el libro electrónico, con una pantalla que se podía leer incluso bajo la luz del sol. Aseguraba que desplazaría con el tiempo al libro de papel. Es más, estaba animando al dueño de la tienda a buscar una alternativa a su negocio, ya que en algunos años se vería en dificultades. El dueño de la tienda, decía que eso era imposible, que lo mismo dijeron cuando llegaron los computadores, que muchos vociferaron que iban a acabar con el papel en las oficinas y no ha resultado ser así, pues más papel se vende que antes. 

            No le faltaba razón al dueño de la tienda, pero tampoco al otro, pues esa conversación me recordó una que tuve con un amigo, cuatro años antes, en el 1995, cuando me enseñó su ordenador con pantalla plana de 12 pulgadas, con cinco centímetros de grosor y me dijo que fuera buscando otro empleo que el mío se extinguiría en pocos años. Yo me reí de su profecía, pues una cosa era la informática y otra era hacer una televisión de 28 pulgadas con ese material tan complejo y caro.  

            Estuve por intervenir y animar al dueño de aquella tienda a hacerle caso al joven, no sea que tal vez se cumpla lo que dice, como se cumplió en mi caso. 


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