El Cruzado errante : Capitulo II

II


Llegado el momento, Hilderant y Arnoldo, emprendieron el largo viaje que los llevaría a tierra Santa. Primero se dierijieron al sur para unirse a las huestes del ejercito comandado por el gran Gastón de Bearn, experto en la construcción de catapultas, quien había reunido un ejercito principalmente formado por occitanos, tanto nobles como príncipes de los mas importantes condados del sur de Francia. Ya que Arnoldo era originario de Montreal, lugar donde nació su madre, el mismo decidió ser parte de ese ejercito llevándose consigo al joven Dampierre. Estos a la vez formaban parte de un batallón de miles de hombres dirigidos por Raimundo IV de Tolosa, quien a su vez había congregado un gran batallón de nobles y caballeros de tierras de Aragón. Entre su grupo se encontraba Clavier D´Anton, noble occitano de Bram, con quien Hilderant entabló una gran amistad y a quien además en una ocasión salvaría la vida.

Tras un largo viaje no exento de dificultades, cruzando Francia de norte a sur y occitania, pasando por Provenza, Burgundia, Génova, en el reino de Italia, y los mas osados optaron por hacer todo el trayecto a caballo atravesando, cruzando Italia, y a traves de Dalmacia, por los balcanes hasta Iliria, llegando hasta la peninsula griega, para entrar en el imperio Bizantino, viaje que les llevaría ocho largos meses, padeciendo experiencias jamás vividas.

El grueso de los hombres de Gastón, decidio que mejor sería tomar puerto en Venecia, para continuar en barco hasta Tracia. Para muchos, entre ellos Hilderant, iba aser su primer viaje en barco, lo cual al principio significó constantes mareos y nauseas, pero en pocos días se iban acostumbrando. A traves del mediterraneo llegaron hasta el Egeo y subierían hasta Strimon, donde arribaríann las tropas para despues unirse a los demás en Macedonia. Esto lo hacían ya que muchos de entre ellos llevaban a sus familias consigo, pues sus miras según escuchó sorprendido Hilderant no eran solo liberar las tierras palestinas del domino arabe, sino apoderarse de aquellos territorios, crear un nuevo estado franco, actuando ellos como colonos y estableciendose allí de forma definitiva.

Era el sueño de muchos a los que los motivos religiosos fueron la excusa perfecta para sus intereses, habían oido de la opulencia de los omeyas que dominaban aquellas regiones y soñaban con poseer dichas riquezas. Asi muy pronto se daría cuenta Hilderant que no todos los condes y señores que con ellos viajaban lo hacían con un noble proposito, mas esto no desanimó al joven aventurero, su afán no era buscar tierras ni riquezs personales, pero si fama, gloria y aventuras, por supuesto con la convicción de formar parte con mucho honor de una santa campaña, puesto que Hilderant ante todo apreciaba su religión y era un gran defensor de sus ideales.

En aquel barco conoció a Bernuad de Tours, un joven monje occitano quien al enterarse de la cruzada decidió dejar su puesto en el monasterio y embarcarse a la defensa del cristianismo de forma mas activa. Siempre gustaba recordar como su familia provenía de una ciudad navarra llamada Calagorra, pero tuvieron que huir al norte debido a la invasión musulmana, según contaba su abuelo y su padre, aquellos no tuvieron piedad con nadie, mataron y saquearon a diestra y sinietra, eran los tiempos de Abderraman III y desde entonces en su familia siempre ha habido hombres en los ejercitos que luchan contra las hordas musulmanas, a menudo le echaban en cara el haber elegido el retiro religioso en vez de la carrera militar. Por ello decidió formar parte de esta llamada cruzada y demostrar que el tambien era capaz de luchar contra los enemigos que les despojaron de sus tierras.
El viaje en barco se hizo largo y en ocasiones peligroso, sobre todo cuando bordearon las costas del Poloponeso y sufrieron una fuerte tempestad, la gran mayoría poco acostumbrados al mar, sufireron mareos y vomitos. Muchos entre ellos Hilderant, pensaban que no llegarían a su destino y maldecía la decisión de tomar el barco y no ir por tierra firme como lo hicieron los demás. Las horas se les haían insoportablemente largas en aquella travesía, pese a que siempre veían costa, nunca era la suya.

-Los peligros en tierra ya los tendremos cuando lleguemos y te aseguro amigo, que serán peores que estos, -le comentó Rudolf viendo el penoso estado de palidez del noble de Troyes-

Rudolf, quien proveniente de Clermont, aunque de origen germano, este había dejado una prospera herrería en la ciudad, con el fin de unirse a las huestes de la libertad cristiana, un grupo formado por varios fornidos dominadores del arte del metal, que formaban parte del gremio herrero de Clermont y se habían sentido motivados por las palabras del papa al que según el, tuvo el honor de poner las herraduras a su caballo. Y ahora juntos se encargarían de afilar las espadas contra el enemigo musulman. El grupo lo formaban 5 hombres, Sasissac, Malfredo de Moldur, Golfred de Desamount, Drisant y el propio Rudolf, a cual mas fornido, todos orgullosos de enseñar sus cicatrices y quemaduras provocadas por su trabajo. Para animar a los desalentados Bernuad y Hilderant, contaban historias y aventuras que segun ellos habían tenido en Hispania durante las guerras en las que ayudaron a retener el avance musulman, pronto hicieron migas y con ayuda del vino, olvidaron los efectos del mar y se unieron a los herreros cantabando los himnos que ellos mismos habían preparado animando a la lucha contra los sarracenos hijos de Satan.

Aunque debido a la tormenta pensaban detenerse en Tesalonica y seguir el viaje en tierra hasta Constantinopla, esta calmó y el capitan decidió continuar, dados los vientos faborables que los empujaban al mar de Mármara, pronto se vieron en el estrecho de Tracia y divisaron el puerto de Nicomedia, donde decidieron tomar puerto.

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