Descríbeme si puedes: ¿Cuál es el color de la muerte?
¿Será la pálida piel de aquel cuyo aliento de su alma
escapa?
Podría ser la opacidad de las pupilas del que quiere ver
vida y ya no puede.
O el gris de las
lágrimas retenidas del que siente que la fuerza de este se aleja.
O el blanco brillo al final del túnel de aquel que su destino afronta con honor.
Sea cual sea ese color, la tierra lo esconde, el fuego lo
borra.
Dime: ¿Cuál es el sonido de la muerte?
¿Es tal vez el agónico susurro de quien expulsa sus palabras finales?
O será la voz rota del que sabe que su pariente dará
pronto el último suspiro.
O quizás el murmullo de quienes le rodean en sus trances
terminales.
O el pitido monótono de la máquina anunciando el final del
latido.
Sea cual sea ese sonido, la tierra lo apaga, el fuego lo calla.
Explícame: ¿Cuál es la temperatura de la muerte?
¿Podrá ser el frío crónico del que siente que su energía
vital se agota?
O acaso el calor amigo que acompaña cuando se pierde al
ser querido.
O tal vez la templanza del que acepta su destino y su
adiós espera.
O la fría piel de aquel cuya alma muere, y ya no hay en
ella calentura.
Sea cual sea esa temperatura, la tierra la disipa, el
fuego la consume.
Muéstrame ¿Cuál es el tacto de la muerte?
¿Es acaso la sequedad de la piel del que se apaga?
O es el áspero roce de las sábanas que cubren su lánguido
cuerpo
O puede ser la suavidad del satén que adorna al que se
despide.
O la irregularidad lustrosa de la caoba que oculta al
muerto del acto.
Sea cual sea ese tacto, la tierra lo atona, el fuego lo
embota.
Y cuéntame ¿Cuál es el sabor de la muerte?
¿Será la insípida sequedad en los labios del agotado?
O la amarga huella del vacío que deja el que nos
abandona.
O tal vez el agrio dolor de la impotencia ante el deceso
O el dulzor de la llamada a paz eterna y el final de su
labor.
Sea cual sea ese sabor, la tierra lo diluye, el fuego lo
elimina.
Si, los sentidos de la muerte son un sin sentido.
Tan solo quien se va lo podría explicar, mas no puede.
Solo el que lo sufre, lo ve, lo oye, lo siente, lo palpa
y lo saborea.
Pero nada puede evitar que al tiempo, de él, nada quede
Mas no olvides, todo esto la tierra lo entierra, el fuego
lo quema.
Solo la esperanza queda y su recuerdo no perece
Esperando que algún día, la vida vuelva y, termine, esa dura
pena.
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