Los terremotos han acompañado a la humanidad desde sus inicios, pero en los últimos años, debido en parte a la masificación de las ciudades, al aumento del número de estas y su situación geográfica, coincidente con zonas de riesgo asegurado, esto ha contribuido notablemente a que todos los años recibamos noticias sobre terremotos que destruyen ciudades y matan a cientos de personas. Algunos científicos afirman sin embargo, que es muy subjetivo hablar de aumento en el número y fuerza de estas catástrofes, pues son fenómenos que se repiten regularmente y son totalmente naturales, necesarios para el funcionamiento del sistema geológico y biológico del planeta. En cualquier caso, las estadísticas nos dicen que en los últimos 150 años se han producido un mayor número de terremotos considerados fuertes, (a partir de 6 grados en la escala Ritchier). Famosos terremotos, como los de San Francisco en 1906, Anchorage en Alaska, Valdivia en Chile en los años 60, Sumatra en 2003, Japón 2011, Haití 2012, México 1986 y los dos de este último año se deben añadir a una larga lista de devastadores terremotos, algunos ampliados por el consiguiente tsunami que les acompañó, dos de los más terribles han sucedido en las últimas décadas. Normalmente, no suelen ocurrir mucho más de 15 terremotos en todo el mundo de mayor magnitud de 7.1º hacia arriba en un año, aunque entre los años 2003 hasta ahora, en varios años se ha superado esa cifra. Y menos común es que un mismo país en dierentes zonas, se sucedan tres terremotos fuertes de 8.4 , 7.1 y 6.1 grados, en un solo mes, lo que ha sucedido en México en Septiembre de 2017.
Arriba, algunos de los más devastadores terremotos han sucedido en este siglo XXI
Arriba, algunos de los más devastadores terremotos han sucedido en este siglo XXI
¿Y si la virulencia y aumento del número de terremotos de gran fuerza en el mundo fuese debido a la intervención humana? No me gusta ser categórico, pero cierta información científica apunta a un hecho preocupante. De sobra es sabido que la utilización de residuos fósiles para la obtención de energía está detrás del llamado cambio climático, pues está alterando las condiciones de la delicada atmósfera terrestre. Pero ahora nos vamos a centrar en como la extracción del preciado líquido negro puede producir otros efectos también en el subsuelo y en la litosfera terrestre y pueden de alguna manera estár detrás de algunos movimientos telúricos.
La manera como se extrae el petróleo es de lo más
agresivo, cuando se sospecha que cierta zona, según el tipo de formaciones
rocosas es más factible para encontrar petróleo, se procede a realizar las
pruebas, que pueden incluir explosiones subterráneas para luego estudiar las
ondas sísmicas que produjo la explosión, y que permiten conocer qué hay
exactamente bajo tierra. Entonces una vez descubierto el lugar, se construye el
pozo que funciona aprovechando la presión interior y utilizando potentes
válvulas de succionado. Mientras haya presión suficiente se va extrayendo,
cuando esta disminuye debido a que va bajando el nivel del petróleo, se utiliza
agua, aire a presión, dióxido de carbono u otro gas para inyectar presión y que
este siga fluyendo. En los últimos años se hacen exploraciones en las
profundidades de mares bajos, utilizando el sistema llamado fracking, a fin de
buscar petróleo y gas metano en las entrañas algo más profundas de la corteza
terrestre. Esto está provocando efectos negativos en las zonas de prospección,
pues a menudo la presión, las explosiones controladas y los métodos para
realizar el “fracking” suelen tener efectos secundarios. Un incidente
relacionado con esto sucedió en España, con el caso del proyecto Castor, que
fue objeto del interés internacional. Los informes científicos dejaron claro
que la ola de centenares de movimientos sísmicos de hasta magnitud 4,2 que se
produjo en 2013 en la zona de Castellón estaba relacionada con el comienzo de
operaciones en la plataforma costera Castor, donde se buscaba un depósito
subterráneo estratégico de gas natural. La inversión realizada y el fracaso de
esta ha costado muy caro a los ciudadanos, pero todo se debió a que primó
durante mucho tiempo, la necesidad de buscar energía alternativa a la
evaluación de los peligros, muchos expertos creen que se minusvaloró el riesgo
de que los temblores que ya se sabía que se inducirían fueran tantos y tan
importantes.
Con respecto al petróleo diremos que, aunque se
desconocen los procesos químicos involucrados en su formación primigenia, si se
puede afirmar que se produce en el interior de la Tierra, por transformación de
la materia orgánica acumulada en sedimentos del pasado geológico, no necesariamente
grandes criaturas, como se creía antaño (dinosaurios), sino por lo general, materia vegetal y más concretamente
quintillones de pequeños organismos como el plancton que cuando muere se
deposita en el fondo marino. Por ello el petróleo se encuentra mayoritariamente
en el mar o zonas donde antes hubo mar, por lo general no se recoge en la zona
donde se ha formado, pues puede ser arrastrado y luego acumularse en trampas
geológicas naturales, de donde se extrae mediante la perforación de pozos. Pero
contrario a lo que muchos piensan, esta sustancia, mencionada entre la más
importante de los combustibles fósiles, no se encuentra formando grandes lagos
subterráneos en forma de almacenes o grandes depósitos, sino en la mayoría de
los casos impregnado en la arena y las rocas y pizarras del subsuelo, creando
una mezcla viscosa y muy espesa. Las extracciones son por tanto, como estrujar
una esponja para obtener el preciado líquido negro. Ahora bien, curiosamente, si existen concentraciones o
bolsas de petróleo en ciertas zonas hacia donde es empujado, (lo fue en su
momento). Y ¿Cómo es empujado a esas bolsas o trampas geológicas? Pues nada más
y nada menos que por las placas tectónicas, estas en su movimiento han ido
empujando petróleo a lugares más cercanos a la superficie, gracias a esto se
debe su descubrimiento. Sabemos que ya mesopotámicos y egipcios hace milenios utilizaban
lo que ellos llamaban “Pez”, como aislante para embarcaciones y como
combustible para sus antorchas. Sin embargo la explotación y utilización masiva
no se comenzó hasta hace poco más de 150 años. Durante este periodo, hasta
ahora, el consumo de barriles de petróleo extraída de las bolsas subterráneas
se ha multiplicado en gran manera, convertido en el combustible predilecto de
toda la humanidad, llegando a consumirse unos 88 millones de barriles al día,
aproximadamente 14,000 millones de litros, que en la mayor parte se quema en
forma de combustible para los vehículos y la obtención de energía, otro tanto
en la fabricación de plásticos y otros aceites. La mayor parte de este material
por otro lado, es irrecuperable, pues se convierte en gases que van a la
atmósfera. Debido a ese masivo uso del petróleo como combustible, poco a poco se
van secando los pozos y nos vamos dando cuenta que las extracciones no son
infinitas y tienen su límite, por eso se busca una alternativa para el
futuro.
Claro, cuando se habla de que el oro negro se
acaba, no significa que estemos agotado todo el petróleo que alberga el planeta,
sino que con ello nos referimos al que es relativamente fácil de obtener, el
que está a baja profundidad, queda el de las grandes profundidades marinas,
cuyo costo y dificultad desalienta incluso a los más ambiciosos.
Es muy posible que los huecos dejados por las
zonas antes empapadas de petróleo, ahora se desmoronen o provoquen zonas de
riesgo de terremotos. De la misma manera, según afirman algunos estudios
científicos, que el movimiento sísmico de magnitud 5,1 en Lorca (Murcia),
ocurrido hace algunos años y que destruyo parte de la ciudad y dejó numerosos
edificios dañados, se debió, al menos parcialmente, a la extracción continua de
agua subterránea, otros señalan también a las prospecciones de Castor, antes
mencionadas. Y no es la primera vez que se ha relacionado, en diferentes
países, terremotos con la construcción de grandes presas, con actividades
mineras y petroleras.
No sería nada de extrañar que la extracción del
oro negro, esté detrás de muchos de los terremotos de baja intensidad que se registran
en zonas cercanas. Estudios confirman el aumento de los movimientos sísmicos
registrados en las zonas centrales de EEUU, lejanas a las fallas o uniones de
placas tectónicas, sobre todo cuando se realiza el fracking y se provocan explosiones
e inyecciones de aguas residuales en los pozos de Texas, suelen producirse
temblores en zonas cercanas, como Oklahoma o Kansas. También en Canadá ha
cundido la alarma por el aumento de grandes terremotos en la zona oeste no
costera del país, y estas se asocian al “fracking”. Por otro lado, la fracturación hidráulica, el
método más empleado en el fracking, consiste en la perforación de un pozo a más
de 2500 metros de profundidad, utilizando agua a gran presión, de tal manera
que esta rompa la roca, a menudo esta agua es mezclada con granos de arena
cubiertos con resina y otros productos químicos corrosivos, con el objetivo de
ampliar las fracturas realizadas, los daños ecológicos a 500 metros a la
redonda suelen ser la muerte de toda especie o planta cercana, son daños
mínimos, asegura las industria petrolera, pero si esto lo multiplicamos por la
cantidad aumentante de perforaciones de este tipo que se llevan cabo en los mares para la obtención de petróleo y gas, los efectos
nocivos se multiplican, además de que estas fracturas, como hemos visto suelen
contribuir a nuevos terremotos con relativa frecuencia.
Si esto lo llevamos a zonas sensibles a
movimientos telúricos, como las que están cerca de fallas, y dónde a veces
coincide con lugares de extracción, precisamente donde la presión de las placas
ha arrastrado o empujado el petróleo, si esto lo extraemos sin control, como de
hecho está sucediendo, todo nos puede inducir a pensar que también conllevará
un aumento del riesgo de que se produzcan más terremotos de gran magnitud y a
mayor escala.
¿Pudiera ser verdad que la capa de materia
orgánica comprimida y en descomposición, es decir el petróleo sirviera de base o
amortiguador del movimiento de las placas tectónicas y su constante extracción
suponga un choque más seco entre placas, con la consecuencia de crear
verdaderos cataclismos sísmicos? Nuestro sentido común y los descubrimientos
científicos nos repiten que todo lo que hay en la tierra, no está allí para
nada, todo cumple una función vital para el planeta, por tanto si el petróleo
se encuentra en esas zonas, debió tener una razón lógica y necesaria. Esto
encajaría en parte con la idea de que esta materia espesa tuviera ese fin, aunque
según las nuevas teorías aceptadas mayoritariamente por la comunidad científica,
queda descartado que las placas se deslicen sobre petróleo, pero el tema de la
amortiguación si suena a una teoría plausible. Curiosamente, como hemos
mencionado antes, los mayores yacimientos petrolíferos están cerca de las
uniones de dichas placas y coincide con las zonas donde por lo general suceden
más terremotos. Conviene, no obstante valorar esta teoría de forma más
objetiva, para ello consideremos más a fondo como se mueven y sobre qué lo
hacen las placas que forman la Litosfera.
Un escritor bíblico, hace ya más de tres mil
quinientos años, vino a decir una cosa
que hasta hace menos de medio siglo no fue probado por los científicos: En cuanto a la tierra de ella sale alimento, pero debajo de ella, ha
sido trastornada como por fuego (Job 28:5). No le faltaba razón al escritor
de estas palabras, pues bajo las plataformas donde se asientan los continentes
todo se encuentra en ebullición. Curiosamente el escritor de aquellas
palabras no vivía en zonas que le llevaran fácilmente a esa conclusión, pues no
había, ni en Egipto, Palestina o Mesopotamia actividad volcánica conocida,
salvo en la zona norte de la actual Turquía o Siria. Es más, hasta hace relativamente
poco tiempo, tampoco se entendía cabalmente el funcionamiento de los volcanes,
por ejemplo, los antiguos griegos creían, al igual que otras civilizaciones de
antaño, que el poder caprichoso de los volcanes solo podía ser explicado como
un acto de los dioses, el mismo nombre deriva del dios del fuego, Vulcano. El
famoso astrónomo del siglo XVI, Johannes Kepler fue de los primeros en afirmar que eran los
conductos lagrimales de la tierra. Años antes, el jesuita Atanasio Kircher, después
de haber sido testigo de varias
erupciones volcánicas del Etna y el Estrómboli , se animó a visitar el cráter
del monte Vesubio, con esto publicó su propuesta de que el planeta tierra tenía
un fuego central conectado a numerosos otros causados por la quema azufre,
betún y carbón. A partir de estas dos hipótesis, durante siglos se pensó que la
acción volcánica se debía a reacciones químicas y a una delgada capa de piedra
fundida cerca de la superficie. Friedrich Wilhelm H. A. von Humboldt, en 1808 sentó
las bases de la geología al estudiar los materiales que formaban la lava
volcánica. Por otro lado a principios de
siglo XX surgió la teoría de la deriva de los continentes, cuya creación se le
debe a Alfred Wegener en 1915. Y fue hasta la década de los cincuenta cuando se
expuso la teoría de tectónica de placas y se relacionó la actividad volcánica con
todo esto.
Antaño, hablamos en realidad de antes de los años
60 del siglo pasado, no había una idea clara sobre lo que se sustentaban las
placas continentales. Se sabía que había movimientos y más tarde se descubrió
que estas se desplazaban, pero cómo y sobre qué, no estaba claro. Durante años,
los geólogos e investigadores habían debatido y teorizado sobre la posibilidad
de que el agua disuelta en los minerales que forman las capas superiores del
manto tal vez contribuyesen a desarrollar una capa que reblandeciera la base y
facilitara así el movimiento de las placas. Pero eso nunca se llegó a probar. Hasta hace
pocos años se hablaba de una capa semifluída, como la que sustentaba las
placas, se comparaba a esta materia como algo parecido a la clara de un huevo o
a un material blando como la plastilina, es decir ni sólido ni líquido, esto
bien pudiera apuntar al petróleo mezclado con rocas porosas. Y según esa teoría
esto hacía que la litosfera, que es sólida, se pudiera desplazar o se desplazara sobre ella, era llamada Astenosfera, precisamente por estar sobre una capa en
estado semifluido. Sin embargo, ahora se cree que en realidad las placas
tectónicas se deslizan sobre el manto terrestre por medio de una capa de una
especie de magma o piedra fundida, posiblemente la misma que sale escupida por
los volcanes, que de alguna manera son los escapes de presión necesarios. Parece que este proceso pueda tener un
sentido en el proceso de formación de la tierra, formación de cordilleras, de
hendiduras y demás efectos geológicos, la misma ceniza volcánica tiene efectos
en el equilibrio del ozono en la atmósfera y la lava pulverizada por la
erosión, juega un papel fundamental en la renovación del terreno cultivable.
Pero si es así, ¿puede significar esto que ese proceso tenga un final, cuando
los volcanes acaben de expulsar el magma interior y entonces las placas se
asienten y cesen los movimientos tectónicos y por tanto los terremotos? Sería difícil que eso pudiera suceder, pues
según se ha descubierto, la capa de magma puede llegar a tener hasta 25km de
espesor. El proceso de erupciones, precede a la creación de islas, montañas
nuevas y sencillamente renueva el terreno, según defienden vulcanólogos y
geólogos, es parte de un sistema natural de renovación, pues la actividad tectónica
también lleva rocas frescas a la superficie que, expuestas, son cruciales para
las reacciones químicas que después forman minerales.
Ahora bien, volviendo al tema de la tectónica de
placas y su movimiento. Se sabe de al
menos siete grandes placas y otras ocho menores, curiosamente, ya sabemos la importancia
que tiene el magma de las capas superiores del manto en el desplazamiento de estas
placas. Pero ¿qué hay si otras sustancias producidas por la descomposición de
materia orgánica, durante miles de años ayuda a que los efectos de los choques
de estas sea amortiguado? Todo en el planeta tiene un sentido y un propósito,
no está allí por casualidad o capricho, sino con un fin muy claro. Nuestra actividad
ha irrumpido en uno de los materiales que el planeta procesaba y le estamos
dando otra función distinta, contaminante, dañina para el ecosistema, para la
atmósfera y para la propia tierra. Sin contar con otras prácticas que el hombre
realiza, sin plantearse los peligros y consecuencias de sus acciones. Tomemos por
caso las pruebas nucleares de las que vez tras vez escuchamos en los medios. En agosto
del 2017, Corea del norte afirma haber realizado pruebas con bombas de
Hidrógeno y una consecuencia inmediata fue causar un terremoto de al menos 6,5 grados
que se notó en la zona. A finales de ese mes, volvió a lanzar misiles, esta vez
en el mar, más allá de Japón y pocos días después, suceden hasta tres terremotos en México, en
la costa del Pacifico. ¿Casualidad o consecuencia? La placa del Pacífico en su
extremo occidental coincide con una placa más pequeña, la de Cocos, que a
menudo sufre las presiones de esta y la del Caribe. Es difícil de demostrar,
pero si unas prospecciones producen terremotos a kilómetros de distancia ¿por
qué no una descontrolada y potente detonación de una bomba de hidrógeno explotada en el
fondo marino, junto a un extremo de una placa tectónica no tuviera algo que ver
con lo que ocurrió en su otro extremo? Eso daría para otro estudio, y por el
momento dejémoslo como una hipótesis lejana o una conjetura discutible, espero
no tener que decir: ¡cómo odio tener razón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario