¿Qué es la deflación? Todos hemos oído hablar de lo contrario a este
efecto económico: la inflación. Esta situación que nos es tan familiar, nos
lleva a quejarnos de que cada vez cuesta llenar mas la cesta de la compra, y es
que una inflación descontrolada, no es otra cosa que cuando la vida va subiendo
y cada vez es más difícil llegar a fin de mes, por mucho que suban los sueldos,
nunca nos alcanza con lo que ganamos.
La gente de a pie asume que eso es muy malo para su economía y no le
falta razón, sobre todo lo pueden atestiguar aquellos que han vivido épocas en
distintos países donde la inflación galopante hacía que de un día a otro
algunos productos básicos subieran hasta un 30% o más.
Pero la deflación, es todo lo contrario, es decir, la caída de los
precios de las cosas, bienes, alimentos, suministros, etc. Algunos afirman que
la deflación es síntoma de exceso de oferta y falta de demanda. No obstante,
parece tener mejor prensa entre le gente corriente. Casi nadie opinaría que eso
pudiera ser peor que la inflación, pues si todo baja, más compramos y ante la
crisis que se ha vivido, ha sido el respiro de muchos para poder seguir
comprando.
Sin embargo, la deflación lejos de ser una solución, es una espiral
mortal que solo conduce al desastre y a un hundimiento y colapso de una
economía de mercado tal como está estructurado el sistema de cosas actual. Una
situación de caída de precios, de seguir así, podría convertirse en
insostenible, no solo para la economía, sino para la ecología y el
sostenimiento de la vida en el planeta.
¿No es esta una conclusión demasiado pesimista o fatalista? De ninguna
manera, intentaré resumirlo poniendo dos ejemplos sencillos.
El primero afecta directamente a la economía base, la de andar por
casa, si bien al principio la bajada de precios puede ayudar a solventar la
maltrecha economía de una población en crisis, pronto esto mismo se convierte
en la pescadilla que se muerde la cola. Porque resulta que los precios bajan, y
esto se hace, obligado por las circunstancias, por la falta de consumo, por la
llamada competitividad, que fuerza a las compañías a bajar los precios de los
productos para competir con mercados de otros lugares más baratos. En la
mayoría de los casos esto se está llevando a cabo bajando costes de producción,
¿Cómo? Por medio de dos caminos, el primero: Forzando a los suministradores de
materias primas a bajar sus márgenes, una forma de ahorro, que compensaría algo
las pérdidas. Pero esto ha provocado que muchas empresas dedicadas a
suministrar estas materias primas estén llegando a la asfixia, por vender sus
materias a mínimos insostenibles. Por ejemplo, pensemos en una situación real y
común: Las grandes superficies empiezan a bajar los precios de ciertos
productos básicos, como la leche, lo hacen, obteniéndola de mercados más
competitivos y si los gobiernos tratan de imponer restricciones a la
importación, lo logran presionando a los productores a venderles por debajo de los
costes, lo cual lleva casi a la quiebra a toda la industria lechera. Por otro
lado, sucede que en otros sectores base, en los que para fabricar cierto
producto de consumo se quiere bajar los costes, esto solo se consigue
reduciendo la calidad o vendiendo por debajo del costo de producción. Esto
mismo se ha visto en casi todo producto agrícola, que por causa de la
industrialización de los alimentos está creando situaciones económicas
insostenibles en el campo, pues los costes para mantener las cosachas o
alimentar el ganado es superior al de la venta de sus productos en el mercado.
Otra salida a la que las empresas se han visto obligadas, es a bajar
el sueldo de los trabajadores, y esta es una realidad en la mayoría de los
países desarrollados. Y no solo en las empresas pequeñas, también las grandes
compañías. A menores sueldos, menores las cuotas de impuestos que el trabajador
paga, las cotizaciones a la seguridad social baja, y los gobiernos pierden
liquidez. La crisis ha llevado a muchos gobiernos a bajar los salarios base
generales, las pensiones y los salarios de los funcionarios, esto último para
hacer frente al déficit del estado. Pero esa bajada de los salarios de los
trabajadores, más que una solución, es añadir más presión al problema, pues conlleva
a la larga un empobrecimiento de la población y por tanto una bajada del
consumo y de nuevo que el estado reciba menos en impuestos.
Pronto se demuestra que una deflación forzada como esta solo consigue
una degradación de la calidad de los productos que se compran, pues para
abaratar costes, se empieza a bajar calidades y al reducir personal, las
pruebas y demás controles de calidad se reducen al mínimo. Se empieza a comprar
productos de usar y tirar, ya no vale la pena reparar nada, los talleres de reparación
cierran y la espiral sigue. Resulta que se bajan los precios, pero como los
sueldos lo han hecho de una manera más acentuada, no se reactiva el consumo, y
entonces vuelta a empezar, más bajada de precios para intentar incentivar, pero
de nuevo a costa de sueldos, materias primas, calidades, márgenes de beneficio
y así sucesivamente.
Algunas marcas para bajar costes empezaron a trasladar sus fábricas a
países donde la mano de obra es más barata, como países del oriente y del
pacífico, creando un vaciado laboral en occidente. El segundo paso fue empezar
a saltarse a importadores y otros intermediarios, lo cual está creando ventas
paralelas a precios infinitamente más baratos que los que se pueden conseguir
en tiendas o comercios tradicionales. Por otro lado, y en esta misma línea, la
irrupción de internet como medio para comprar y vender, ha dado lugar a un
fenómeno hasta ahora nuevo, cualquiera puede comprar a precios de fábrica sin
salir de casa. Grandes multinacionales como Amazon, ebay, Ali Express y otras
están bajando sus precios en internet, comprando directamente a los canales de
fabricación, vendiendo al coste, aprovechándose de fallas en los sistemas en control de impuestos, por tanto librándose de estos. Algunos se han aprovechado de esta situación para
colocar productos en la red a precios imposibles para las pequeñas y medianas
empresas del comercio, obligando a estas a vender con márgenes imposibles para
su sostenibilidad. Eso ha significado que ya se esté hablando que el comercio
minoritario está abocado a su desaparición en los próximos años, de seguir esta
tendencia.
Pero a nivel de macroeconomía también se nota esta deflación y sus
dañinos efectos. Se hablaba, cuando la crisis empañaba el futuro de las
economías occidentales, que China, el gigante asiático era un ejemplo a seguir,
pues parecía ir viento en popa, con crecimientos por encima del 7%, cuando la
mayoría de las grandes economías lo
hacían alrededor del 1% o simplemente estaban en recesión. Ya dijimos que casi
todos los fabricantes se han volcado en aquel país para seguir produciendo y
seguir siendo competitivos, esto ha provocado una situación peligrosa.
Peligrosa no solo para los países de occidente, sino para todo el
mundo. China es un inmeso país, pero carece de muchas materias primas básicas y necesarias para la fabricación masiva de productos electrónicos que el mundo "necesita". En otros casos si tiene los
materiales, pero son insuficientes para el extremada demanda que este mundo
consumista requiere. Al principio estos compraban a mansalva materias como, el
acero, níquel, cobre o el coltán, y estos se han convertido en
elementos con tanta demanda que ha provocado un mercado ilegal en algunos
casos, criminal en otros.
Pero los efectos en la economía china no se han hecho esperar. Desde
que se inició la crisis, la caída del consumo afectó directamente a países
exportadores como China, ellos han seguido produciendo más y a menor precio
para incentivar dicho consumo, el gobierno chino incluso subvenciona de alguna
manera los costos de envío de productos desde su país. De tal manera que
algunas fábricas hasta se están saltando a los intermediarios y venden en
internet de forma directa. Un producto comprado por un europeo a un
suministrador asiático en internet, puede llegar a costarle apenas unos pocos
euros, en algunos casos portes gratis, independientemente del precio del
producto. Lógicamente, ante tal competencia, ningún comercio minoritario puede
competir, pues parece que sale más caro mandar un objeto de Madrid a Barcelona,
que traerlo directamente de China con los portes prácticamente gratis.
Claro, no existen milagros en este tipo de cosas, lo que se ahorra por
un lado, se gasta por otro. Y en China se están viendo las consecuencias de su
política de agresivas producciones y ventas a precios sin competencia, por
debajo del coste de producción. Su déficit se ha disparado en los últimos años
hasta límites que según algunos expertos será difícil de asumir. Resulta que la
deuda externa del gigante asiático, pese a ser el país que más exporta de todo
el mundo, ha pasado de un 148% del PIB, que ya era elevado en el año 2007, a un
237% del PIB en el 2016. ¿Esto qué significa? ¿Por qué se ha endeudado tanto un
país que vive de las exportaciones?
Sencillamente es causa de la deflación que ellos mismos han promovido
y provocado a nivel mundial y sobre todo en internet. El gobierno chino ha
subvencionado portes, impuesto aduaneros y otras costas que hacen que los
productos que exportan otros países fabricantes sean más caros, pero lo han
hecho a costa de que el país tenga un déficit presupuestario inmenso, aunque
sus datos económicos por su extraño sistema sean realmente opacos y probablemente
amañados. Por otro lado ese déficit también está siendo provocado porque si
bien exporta bienes a todo el mundo, importa materias primas a un precio
superior al que luego las vende, provocando un desequilibrio importante entre
el dinero que entra y el que sale, mientras los sueldos se mantuvieron a nivel
de esclavitud las cosas más o menos funcionaran, pero según la sociedad china
despierta y exige más derechos, a parte de las reclamaciones del exterior, esto
significa que no pueden acudir a bajar más los sueldos para ajustar los
precios, ya es imposible, solo les queda bajar los precios artificialmente. De
alguna manera China en realidad está vendiendo sus productos por debajo de lo
que le cuesta producirlos. Y eso solo puede conducir al desastre.
Por otro lado, la acumulación de materias primas que China reclama
para sí, está siendo culpable de la degradación del planeta. Las decisiones que
el estado chino está tomando para compensar el bajo beneficio de sus
exportaciones y el retroceso de estas forzado por la crisis mundial, van
encaminados a incrementar el consumo interno, de nuevo, bajando los precios y
facilitando a sus súbditos obtener más productos nacionales, pero a costa de
llevar al planeta al agotamiento. No es ninguna exageración decir que si cada
ciudadano chino accede a los productos que cualquier occidental obtiene y se
convierte en un consumista a nivel de un norteamericano medio, se necesitarían
cuatro planetas tierra para suministrar lo necesario para abastecer los
supermercados y grandes superficies abarrotadas de productos de toda clase.
Algunos dicen que es injusto que la gente no pueda acceder a la tecnología que
está al alcance de cualquier occidental, pero el problema no es de derecho a
tener o no. La cuestión es que lo que se consume en algunos países
desarrollados está desmesuradamente por encima de las posibilidades del
planeta. Ecológicamente no es sostenible esta senda, e incentivar el consumo no
es precisamente la mejor solución. ¿Cuál es entonces? ¿Subir todo para que resulte
alcanzable solo para los super ricos, para una minoría millonaria? Tampoco es
justo, ni es la solución. El problema radica en el formato de sociedad, en el
sistema económico y comercial que tenemos, sencillamente está agotado y se
requiere un cambio radical a nivel mundial, en primer lugar hacer que prime la ecología frente a la economía, un cambio que lógicamente pocos están dispuestos a asumir.
La cuestión no es ni política ni económica, sino de mentalidad, de
educación, de que la sociedad humana se convierta en una sociedad en armonía
con su propósito en la tierra y asuma que somos una pieza más en un engranaje
que debe funcionar, no somos lo únicos merecedores de este planeta. Si no se produce ese cambio, el único camino sería el que
maneja Stephen Hawking, quien vaticina que obligatoriamente el hombre acabará
abandonando la tierra, pues esta está abocada a la degradación y al
agotamiento. Yo creo que el universo nos espera, es suficientemente grande como
para que descubramos nuevos horizontes, pero no necesariamente porque
arruinemos nuestra tierra, esta seguirá siendo nuestra casa, pues yo creo en un
final feliz.
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