Oliver, cansado pero con ilusión, llega al lugar indicado, el papel manuscrito no miente. Diligentemente, aunque deteníendose con la mirada ante todo lo que a sus ojos llama la atención, se encamina a la tercera calle, presentándose en el lugar donde, tras años de penosa búsqueda, encontrará a la persona que su alma anhela.
Nada más llegar, su mirada queda clavada en el nombre que aparece correctamente tallado en aquel marmol gris. Entonces empiezan a lloverle nostalgias del pasado, añoranzas perdidas de amores secretos, recuerdos de esa primera experiencia que le convirtió en hombre. Lentamente, saca del bolsillo de su chaqueta un documento que de manera pausada, va desdoblando. Una vez termina de hacerlo, tras un leve carraspeo de garganta, empieza a leer en voz alta su contenido:
Alicia, hace quince años nos separaron. El mundo entero se opuso
a nuestro amor, acusándome de ser joven y a ti de perversión. Nadie entendió lo
nuestro, no pensaron en mi sufrimiento, ni escrutaron en tu sentir.
-¡Es un amor imposible! –Me dijeron– más para nosotros, era
verdadero amor.
-¡Estás loco, ella es mayor! –Me repitieron– ¿Entiende acaso
el amor de edad? –Me preguntaba yo, sin que nadie me respondiera, solo tú.
Nos quisieron distanciar para siempre. A
mí, enviándome lejos y a ti encerrándote injustamente en aquel centro de
reclusión, acusada de algo que cometimos los dos. El día del juicio prometí esperarte,
mientras tú llorabas desconsoladamente. Esas lágrimas que brotaban de un rostro
abatido por la injusticia, me partieron el corazón, pero a la vez me animaron a
seguir luchando por conseguir la libertad de volver a estar contigo.
Ahora ya tengo los treinta, como ves,
te he alcanzado vida mía. Llevo todo este tiempo buscándote, preguntando por tí en todos los
centros penitenciarios, hospitales psiquiátricos y, por fin, alguien me informó
de tu paradero, por eso estoy aquí. Ahora, solo esta lápida nos
separa, la que te guarda desde que desapareciste, hace ya dos lustros, ahogada por la presión
insoportable del sistema que se opuso a lo nuestro. Yo tenía quince, tu veinticinco, una barrera inflranqueable en este mundo que
hipócritamente acepta el amor de un hombre con una adolescente, pero no al
contrario.
La última vez que hablamos prometimos esperarnos, veo
que tú lo has hecho, y a mí aquí me tienes. Ahora la edad no sería una barrera, otra es la frontera que nos separa, pero nadie puede evitar ya que sigas siendo mi amor y te visite cuantas veces quiera. Porque antes solo supe que fui tu
alumno, ese que se enamoró de tí, y ahora ya sé seguro, que yo fui también, tu único amor._
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